Me pregunto en qué momento de los millones de años que cumplimos como especie, en qué preciso intante, ha sido el que nuestros más pequeños descendientes decidieron autoaniquilarse y acabar con la raza humana, y se han unido todos forjando un maquiavélico plan para destruir a la humanidad.
En qué momento decidieron que iban a dejar de comer y anticipar el momento que antes o después ha de llegar, en el que no quedará ni un sólo humano vivo.
Menos mal que estamos aquí nosotros (los adultos), para abrirles esa boquita aunque sea a la fuerza y hacerles comer, ¡por las buenas o por las malas!. No acabarán con nuestra especie, por lo menos no serán ellos.
Bueno, ironías a parte y volviendo al título que nos ocupa, la cuestión es que, la comida debería ser, en el mejor de los casos, un placer; y en el peor, un medio para conseguir el fin de alimentarse y vivir de una forma saludable. Lo que es seguro que NO debería ser nunca, es una guerra, un castigo, una tortura, un chantaje o una pelea.
Pero así es por desgracia en muchos casos...
Obligar a comer. Decirlo o escribirlo, ya me chirría. Sencillamente me parece una aberración. Presenciarlo, a veces es mucho peor.
Yo no obligo a comer a mi hija, y no sólo no la obligo... Tampoco la chantajeo, ni la engaño, ni hago triquiñuelas de lo más burdas, variopintas e imaginativas para embucharle una cucharadita más.
Y no lo hago, y pienso que nadie debería hacerlo porque:
- Porque confío firmemente en la autoregulación del cuerpo humano. Porque sé que el cuerpo es sabio y si le dejamos, sin presiones, sin agobios, él solito aprende a estar sano y seguir sus ritmos.
- Porque ningún niño sano muere de hambre teniendo alimentos a su alcance.
- Porque creo que la alimentación debería ser siempre a demanda, a demanda de nuestro organismo, tal y como debe ser la lactancia desde el nacimiento.
- Porque opino que una relación sana con la comida, pasa por escuchar al cuerpo y dejarle que decida la cantidad a ingerir, cuándo y cómo. De lo contrario, corremos el riesgo de iniciar una relación de amor-odio con la comida, que puede acabar muy mal, y desembocar en trastornos de alimentación serios.
- Porque me parece una forma de hacer que los niños adquieran su madurez y autonomía, aprendiendo a decidir por sí mismos.
- Porque empatizo con ella, y tan sólo imaginar que en los momentos o días en los que por la razón que sea no tengo apetito, alguien me obligara a engullir lo que quiera que sea que considerase bueno para mí en ese momento, tan sólo imaginarlo me pone los pelos de punta.
- Porque adoro ver cómo disfruta comiendo y probando cosas nuevas, a su ritmo, sin prisas y muy poquito a poco...
- Pero la razón que me parece más importante, la que prima por encima de todas las demás, es que me parece una falta total de respeto hacia su persona. Obligar, chantajear, mentir, amenazar e incluso castigar... Eso es lo que se hace en infinidad de ocasiones para que los niños traguen cosas que no quieren. Me parece una enseñanza nada positiva (te lo comes porque sí, porque yo sé más que tú, y sé lo que te conviene en cada momento...), y nada recomendable.
Como madre, y como supongo les pasa a todos los padres del mundo, por supuesto tengo días en los que ese espíritu protector que a veces nubla hasta la razón, sale a pasear y te cruzan pensamientos de tipo, "qué le pasará, lleva todo el día sin probar apenas bocado, le dolerá la tripa, estará malita, madre mía, se va a quedar en los huesos, no va a crecer, tendrá todas las vitaminas???..." y un largo etc de pensamientos terroríficos y que auguran lo peor, cuando no están comiendo todo lo que pensamos que es lo normal. En fin, no me voy a culpar por ello. Queremos lo mejor, y lo mejor es que estén bien alimentados. Ese tipo de preocupaciones forman parte del pack que te dan cuando eres mamá o papá. Lo cierto es que me atacan poco esos fantasmas, y cada vez menos. Confío en ella, de verdad. Y confío también en nuestro sabio cuerpo.
Siempre hay quien me dice que cuando verdaderamente no quieren comer naaaada de naaaada, ya no puedes confiar tanto... No entraré en eso. Yo sólo digo, que si has creado una guerra con la comida, no puedes extrañarte cuando lo utilicen como arma.
Al final, no es para tanto... La genética es la que hace casi todo el trabajo. No serán más altos, ni más guapos, ni más inteligentes por tomar 2 petis suises en vez de uno o ninguno, ni por tomar 3 cucharadas más del puré de verduras... (¡Por tomar mucha teta sí eh!, no se nos olvide... ;-)
Pero hay cosas que sí que hacemos en casa respecto a la comida, porque considero que ayudan a que desarrolle unos hábitos saludables:
- Intentamos alimentarnos de forma saludable, para que sea lo normal para ella y para que sea esa la alimentación que tiene a su alcance. No olvidemos que aprenden de lo que ven. No me canso de verlo día a día, el ejemplo es la base del aprendizaje.
- Le ofrecemos asíduamente alimentos nuevos para que vaya probando. Sin presiones. Si quiere y le llama la atención en ese momento, que pruebe, y sino, otro día será. Por ejemplo, el caso del tomate natural. Hasta hace poco no quería ni probarlo cuando lo veía en los platos. Desde hace días, que se lanzó, y ahora lo pide cada vez que lo ve :-)
- No le compramos chucherías de forma habitual, e intentamos que no tome alimentos procesados, ni lo que entendemos por comida rápida. Son cosas que no las ve en su día a día y por tanto no suele pedir.
- Si vemos que no quiere más, le preguntamos si ya no tiene más hambre (vaaaaale, es ciertooo... a veces un par de veces, je je...) por aquello de que a veces se despista con otras cosas y parece que no quiere más pero en realidad es que ¡se le olvida que estaba comiendo!. Si dice que no, es que no, y punto. No hay más.
- Respetamos sus ritmos en todo, y con la comida, por supuesto no iba a ser menos. Si le apetecen cosas entre horas, antes o después de comer, cenar, merendar, en fin cuando sea... se lo damos.
- Dejamos y nos gusta que participe de la preparación de las comidas, que entre y salga de la cocina cuando se está preparando la comida, que experimente y vea el proceso de preparación de las cosas. Este año además, con el huerto en casa y con su ayuda, queremos que también sea más consciente del origen de ciertos alimentos, de dónde vienen las cosas que están ahí, en el mostrador del súper.
- Intentamos, al igual que no nos enfadamos cuando no come, no celebrar ni hacer fiestas cuando se termina todo. Aunque como en casi todo, no puedes controlar todo tu entorno... Vive en una sociedad en la que se premia y celebra no dejar ni una miga en el plato (en el cole, la familia...), y la pobreta a veces, cuando ve nuestros platos vacios celebra: "¡Bravo, papá, ha omido todo!".
Se ha hablado y escrito mucho sobre los hábitos de alimentación en los niños. Imprescindible, con humor pero no sin argumentos de peso, como siempre nuestro admirado y querido Carlos González con su "Mi niño no me come". Leerlo te hace ver las cosas desde otro prisma totalmente diferente al que se nos ha inculcado los últimos años, o siglos. Te tranquiliza, te documenta y te deja disfrutar de ver crecer a tu hij@, que por supuesto SÍ que come.
Hasta nuestro villano, el Sr. Estivill se ha atrevido también a meterse en este jardín, cómo no... Se atreve con todo. Ojiplática me quedé hace bien poco, leyendo un artículo en el que describía paso por paso, como aplicar su "dichoso metodito" a los niños para que coman como a nosotros, los adultos, nos viene en gana. No lo describiré, porque es si cabe más esperpéntico y aberrante que el de dormir, que ya tiene lo suyo. El que tenga estómago y ganas, que le pegue un vistacito...
Nosotros, preferimos seguir así, disfrutando, siendo felices, aprendiendo y creciendo con nuestra pequeña, que como sí que come... ;-) de pequeña tiene ya bien poco.