Hace mucho, mucho tiempo... allá por los inicios de este humilde blog, ya escribía sobre cómo era en esos momentos la lactancia de la pequeña Paula, una lactancia que estaba ya más que establecida e instaurada en nuestras vidas. No había hecho más que empezar y ya nos hacía disfrutar de unos de los mejores momentos que he vivido en mi maternidad.
Ahora, dos años después, tengo que decir, con una mezcla de sentimientos bastante curiosa que no sé muy bien describir, que creo que... "mi hija me está destetando..." je je je... Ella va dejando poco a poco de pedir, la mayoría de las veces "no pide, tampoco niega", el famoso "no ofrecer, no negar" que se recomienda cuando las mamás quieren ir retirando poco a poco el pecho por la razón que sea, creo que ella lo hace conmigo ;-). Casi nunca pide, pero cuando yo le ofrezco (dándome cuenta por ejemplo que lleva un par de días sin tomar) ella viene y se la toma.
Así de despacio, así de paulatino y con todo ese cariño... Así está sucediendo, demostrándome una vez más, cómo fluyen las cosas cuando no forzamos, cuando dejamos el mundo andar sin prisas y con pausas.
No sé cuánto durará esto, tampoco sé si será una etapa y de repente volveremos, o si por el contrario será un adiós definitivo... Todavía hay momentos de necesidad pura y dura por ambas partes, necesidad que no me desagrada y que disfruto y agradezco por ahora. Lo que sí es seguro es que ocurra lo que ocurra, la decisión está tomada y el proceso será así, marcado por las dos partes y adaptándonos y respetándonos nuestro nuevo rol y nuestra nueva etapa.
A estas alturas y echando la vista atrás, a veces reflexiono sobre los motivos que llevan a mantener o no mantener una lactancia hasta que acaba por sí misma, y cada vez veo más claro que los grandes motivos y que más peso tienen, no son los grandes beneficios más que demostrados para la salud del bebé, ni la prevención de futuras enfermedades, ni los grandes beneficios más que demostrados para la salud de la mamá, ni los beneficios emocionales, ni la mayor inteligencia que se le atribuye, y así podría hacer una larga lista... Todo eso está muy bien, y te encanta saberlo y leerlo cuando has optado por la lactancia materna, pero la realidad, la verdad verdadera, lo que sin lugar a dudas a mí me ha hecho ni plantearme, ni pensar por un momento en dejar de lactar, ha sido los grandísimos momentos del más puro amor, de la más absoluta complicidad entre mi niña y yo, momentos de reencuentros tras una jornada separadas, momentos de consuelo tras el llanto, momentos de cura tras una caída, de alimentación durante una enfermedad, de necesidad mutua, conexión al mil por cien, momentos de calma en la noche, y miles y miles de preciosos momentos irrepetibles e inigualables.
No lo cambiaría por nada en el mundo... Eso sí que queda para toda la vida... Eso, ¡sí que no tiene precio!.