Y la verdad, es algo que para mi es muy bonito, y no nos olvidemos que sano desde el punto de vista psicológico, y que ambas vivimos con mucho amor e intensidad. Pero en algunos casos no todo el mundo entiende sus ritmos y no todo el mundo se toma igual de bien que cuando la quieren coger nada más verla, se ponga a llorar desconsoladamente.
Yo sé que todo lo que le pasa es normal, que sólo es una etapa de su desarrollo y de la evolución de su personalidad, que los miedos infantiles (y la mayoría de los miedos adultos) son una defensa que tenemos contra posibles peligros, que ha mantenido durante siglos la supervivencia de la especie, y por tanto que es bueno que los tengamos. Pero me preocupa a veces, que los demás no lo entiendan y se lo tomen como un agravio y me intenten hacer pensar que Paula es la única niña que pasa por esta etapa, o a lo peor, que me la devuelvan cuando la cogen y se pone a llorar, con cara de "toma a tu hija llorona que tiene mucha mamitis".
Creo que lo que se debe hacer ante cualquier miedo infantil es NO FORZAR al niño a enfrentarse a la situación que le produce ese miedo o rechazo. Hay que ayudarle estando a su lado, que se sienta apoyado y comprendido, y poco a poco y a su ritmo se irá dando cuenta que no había por qué temer, y que eso a lo que tanto temía no puede hacerle ningún daño.
De momento, prefiero quedarme con la teoría que nos muestra Rosa Jové en su libro "La Crianza Feliz" sobre los miedos infantiles. Y es que los niños que presentan una inteligencia cognitiva mayor suelen tener más miedo. Porque saben captar el peligro más que el resto de los niños. Digamos que se adelantan. Pero si no son unos miedos que se hayan grabado en sus circuitos neuronales a base de desatender sus necesidades emocionales y de afecto, si sólo son los miedos normales de cada edad, en su adultez no los tendrán, sabrán calibrar mejor el peligro, y se irá diluyendo el miedo para las cosas más insignificantes y serán más precavidos para aquellas situaciones que lo requieran.
Pero de verdad que me hacen sentir muy mal cuando cuestionan mi forma de criar a mi hija. Yo no tengo, por más que me gustaría, esa capacidad de hacer oídos sordos de todo lo que me dicen. Me duele que no me entiendan y respeten. Más aún porque soy una persona que jamás se atrevería a cuestionar a ninguna mamá o papá en la crianza de sus hijos. Odio, por poner un ejemplo, que existan en el mundo métodos Estivill, Ferber o cualquiera de ellos que sea; y odio que haya niños que tengan que pasar por ese desconsuelo y que graben en sus mentes que por más que lloren o supliquen sus padres no estarán ahí. Pero no me atrevería nunca a decirle a los papás que lo están haciendo mal. Si me preguntan, doy mi opinión, y si no, me muerdo la lengua con esa y muchas otras cosas.
Y a cambio, lo único que espero es que no se me cuestione mi forma de hacerlo. Es lo justo no?.
Pero bueno, no me quiero poner trascendental, que no es el momento. Este fin de semana tenemos cumpleaños familiar (mi hermana y tía de Paulita) y a ver qué tal se lo toma mi niña.