Es imposible ignorar el llanto infantil, reza el título de un artículo de la revista fayerwayer.com. El mencionado artículo hace referencia a un estudio publicado por psicólogos de SUNY y la Clark University en Estados Unidos. Parece ser que no es posible concentrarse en una tarea si se escucha llorar a un niño.
Y así debería ser. El llanto de los bebés tiene toda la pinta de haber sido durante millones de años una estrategia evolutiva que ha hecho perpetuar la especie, haciendo que los bebés más protestones que crecían en las cuevas y en la selva, llamasen la atención de sus mamás si éstas se alejaban, para no quedar a la intemperie y desprotegidos ante depredadores o ante el frío de la noche. Esas mamás de esos bebés protestones que lloraban a pleno pulmón, como estaban diseñadas para no soportar oír llorar a sus bebés, acudían de inmediato a consolar y proteger a los pequeños australopithecus. Deduzco que todavía debemos llevar grabado en nuestros genes algo de todo esto, y de ahí los resultados de ese estudio. "No soportamos oír llorar a un niño".
El llanto de los niños sirve para algo, y hay que atenderlo cuando se produzca. Pero lejos de esto, en nuestra cultura actual occidental, se tiende a lo contrario. No sé muy bien cómo ni cuándo, ni de qué manera, la sociedad ha llegado a la extraña conclusión de que el llanto de nuestros bebés es algo molesto e inútil que hay que extinguir. ¿Y cómo se extingue una conducta indeseada?. Está claro, ignorándola. Haciendo que no vaya seguida de ningún refuerzo positivo para el que la emite.
Cierto es, que ya no suele haber depredadores de los que protegernos, ni dormimos en cuevas ante el frío, pero desde mi punto de vista, el llanto ha ido evolucionando con nosotros, convirtiéndose en una herramienta excelente para predecir que algo no funciona bien. ¿El qué?. Hay que averiguarlo. Alguna de las muchas necesidades físicas o emocionales del pequeño no están cubiertas. Pensemos que dependen al cien por cien de los adultos, y sin embargo prácticamente su única forma de comunicarse con nosotros es esa.
Y leyendo este artículo me encontraba, cuando se me vino a la cabeza la imagen del viernes pasado al entrar a la "guarde" a buscar a mi pequeña, justo a la hora en la que casi todos acaban su siesta. La cuidadora auxiliar se encontraba cambiando el pañal a un bebé y según entré por la puerta, ya podía oír desconsolada a mi bebé como lloraba. Entramos su papá y yo, y detrás nuestro entraba también a la clase su cuidadora habitual que llegaba en ese momento al aula. Se me partió el alma. Mi marido empezó a decir que cómo tenían así a la niña llorando, y con mucha razón nos contestaron que "no sé quién" se había despertado antes. Totalmente de acuerdo, pero ... ¿no podría decirle aunque sea de lejos unas palabras de consuelo?... Hablarle para que sepa que alguien está ahí, que en este momento no puede acercarse, pero que está ahí para en cuanto pueda, ir a socorrerla...
La tranquilidad y parsimonia con la que actúan ante este tipo de situaciones es pasmosa. Me deja literalmente helada. ¿Porque yo no estoy quizás tan habituada a escuchar llorar bebés y ellas sí?. Puede ser... Puede ser por eso, que ante la habituación a un estímulo durante mucho tiempo, lleguemos a casi ni percibirlo, o peor aún, a percibirlo y poder desarrollar cualquier tipo de tarea sin la más mínima interrupción y con total concentración.
Vaya por delante que creo que las cuidadoras de la guardería son personas cariñosas, y que se les ve disfrutar y contentas con los peques, pero a pesar de esto... lo que vi no me gustó. Quizás también influye que lo que verdaderamente no me gusta es tener que llevarla y no poder cuidarla yo misma. Que estoy sufriendo casi tanto como ella esta separación, y que lleva algo más de una semana y ya está enferma... Y que me muero por dentro cada mañana cuando me despierto a su lado y sé que tenemos que ir.