O no debería serlo. ¿Por qué se cuestiona?. ¿Por qué se somete a debate?. Algo está yendo mal.
En los últimos días, he formado parte de varias conversaciones en las que se hablaba sobre el dichoso "cachete a tiempo". Y digo que he formado parte, porque estaba presente y las escuchaba, pero sin opinar en ninguna de ellas. ¿Por qué?, porque me siento como un salmón nadando contra corriente, porque en el único sitio en el que siento que no estoy sola en mis pensamientos es aquí dentro, leyendo a un montón de personas, papás y mamás que han reflexionado mucho y que argumentan de manera contundente lo que dicen y piensan.
Pero cuando salgo a la calle, cuando salgo de mi pequeño castillo burbujil..., entonces parece que todo se vuelve gris, y que de repente han desaparecido todas esas mamás y papás, esos que al igual que yo, saben que no se debe pegar, ¡A NADIE!. Que si se hace está mal, que si se pierden alguna vez los nervios y se pega, ¡ESTÁ MAL! y hay que disculparse, pedir perdón y reflexionar sobre lo ocurrido para que no suceda más. Que el niño es un ser humano con los mismos derechos y que merece el mismo respeto que los adultos.
Como decía he tenido que ser testigo de varias conversaciones últimamente en las que se hablaba sobre pegar y no pegar, si cachete o no cachete, que si manotazo por aquí o azote por allá... ¿Por qué?.
¿Por qué se somete a opinión pública algo que no está permitido por la ley?. Algo que en el peor de los casos es una falta absoluta de respeto y una humillación contra la persona que lo sufre. Ni siquiera me gusta alzar la voz en estos casos para dar mi opinión, ¡porque no debería ser una opinión!. ¿Hasta cuándo va a estar justificado?. No entiendo nada. No entiendo por qué sí respetamos (en la mayoría de los casos) que a un adulto no se le pega, no se le grita ni se le dan manotazos, (incluso cuando te saca de quicio y te pone de los nervios), pero a un niño sí... ¿Por qué?. No quiero ir más allá y achacarlo todo a la superioridad física, y al saber que no puede contigo, que no puede responder con la misma moneda, porque ya eso me parece muy fuerte. Pero es que no se me ocurre otro motivo para que se justifiquen esos comportamientos sólo cuando se trata de los niños.
En las conversaciones de las que fui testigo y las cuales han motivado este post, por lo indignada que me sentí, y aún siendo en diferentes escenarios y con distintas personas, una de las cosas que me chocó fue el que se dijese, "todos hemos cobrado de pequeños y no tenemos traumas".
¡¿Cómo?!...
Pues mire usted, que no estoy yo tan segura... ¡Yo sí que no tengo traumas!, que a pesar de que alguna vez "he cobrado" como suelen decir, no defiendo ni justifico en absoluto el pegar ni a un niño ni a nadie. De hecho no puedo estar más en contra de la violencia. Pero todas esas personas que "habiendo cobrado" siguen pensando que ese es un camino a elegir para la educación de sus hijos... esas personas SÍ QUE TIENEN TRAUMA. A mi alguna vez mi madre me pegó de pequeña algún cachete o azote, lo recuerdo y en algunas ocasiones hasta lo comentamos. No está orgullosa, de hecho ni siquiera le gusta admitirlo, siempre dice que "a veces me ponías de los nervios", pero nunca admitiría que aquello estuvo bien.
No tengo ningún trauma, quiero a mis padres con locura y ellos a mi también, a pesar de que todos habremos hecho cosas de las que no nos sentimos orgullosos. Además mis estudios me han enseñado otras maneras de gestionar mis emociones. Odio la violencia en cualquiera de sus formas y con cualquiera que sea.
Pero frases como "le di un tortazo en la boca porque me contestó mal", "la cojo de la coleta y la llevo a la habitación", "no sé por qué pega tanto, y eso que cada vez que lo hace le doy en las manos"... me chirrían en los oídos, no lo puedo evitar. Las he tenido que escuchar últimamente, en contextos de lo más variopinto, y cada vez que ocurre me vengo a casa triste, muy triste.
Por favor, hagamos ejercicio de autocrítica, el camino se demuestra andando. Hay que dar ejemplo y despojarnos de todas esas décadas y siglos de educación a base de riñas, castigos y golpes. Tenemos que dejar todo eso atrás, empezar a educar desde la libertad, desde los valores de respeto mutuo y amor al prójimo, y no se puede hacer de otra manera que con el ejemplo.