La silla de pensar es un método para castigar a los niños cuando estén llevando a cabo una conducta que nos parece inadecuada, que consiste en apartarle de la escena y sentarle en una sillita para que piense y reflexione sobre lo que ha hecho (en realidad sobre lo mal que lo ha hecho...). No deja de ser una variación con nombre más exótico y molón del clásico "time out o tiempo fuera", que no es otra cosa que retirar al niño del lugar en el que se encuentra cuando se "está portando mal" y tenerle en otro lugar durante unos minutos, que según lo establecido, (por algunos psicólogos que no piensan como yo...), ha de ser 1 minuto por cada año de edad.
Creo que esta entrada la empezaré por el final, por decir que la conclusión es que me parece cruel, humillante, ruín y de la mínima empatía, apartar a un niño indefenso, por el artículo 33 (por muchas explicaciones y razones que le des) cuando NOSOTROS creemos que se ha equivocado o que ha actuado mal.
Hace no mucho oí a una mamá como contaba que a su hijo de dos años le habían pegado en el cole y que la cuidadora le había dicho que son cosas que pasan a esa edad, y que al otro niño lo habían enviado a la "sillita de pensar", pero claro no había que olvidar que sólo tenía 20 meses...
En fin, mis ojos un día van a salirse del lugar que ocupan, de tantas y tantas aberraciones
que oigo y presencio.Y el motivo de que me ha llevado a escribir sobre esto es que, aunque a la pequeñina le queda aún un curso más en la guarde, últimamente no sé muy bien por qué, me planteo muchas veces cómo va a ser el cole de Paula después de esta etapa, qué tal se adaptará al cambio, qué tipo de enseñanza les darán, cómo resolverá su profesora determinadas situaciones o conflictos, etc.
Por fortuna no lo utilizan en la clase de mi hija. Me consta que cuando algún niño pega, muerde o en definitiva molesta a los demás, lo apartan directamente de ese otro niño o del juego en ese momento. Limando un poco las formas, lo prefiero así. Me parece más adecuado no permitir, en el sentido más físico de la palabra, que un niño pegue a los demás, (y sí, no permitir aunque esto signifique que te tengas que poner en medio a modo de parapeto y simplemente digas, "No, eso no está permitido") que mandarlo a pensar en no sé qué narices creen que va a pensar en una silla y apartado.
Y dicho esto, ahora sí, diré las razones por las que esta práctica me parece una mala idea. Seguro que hay tantos motivos para no usarla, como personas en el mundo estén en desacuerdo. Todas ellas igual de buenas, seguro. Las mías, desde un punto de vista personal y también como psicóloga (...porque hay más psicología infantil después de Super Nanny...) son estas:
- ¿Por qué entrar en valoraciones?. ¿Por qué dejarle sólo pensando que algo está mal, si a lo mejor para el niño está perfecto?. Pegar, tirar un jarrón y romperlo, sacar las cosas de los armarios, son conductas que a casi todos nos pueden parecer que "están mal" o son inadecuadas. ¿Seguro?... Si logramos ponernos por un momento en la mente de ese niño, seguro nos podría dar mil y una razones por las que esas conductas están requetebien!. Mejor mostrarle y enseñarle poco a poco las consecuencias de sus actos, y las cosas que en determinados contextos no debería hacer porque pueden molestar a otros.
- ¿Castigado a pensar?... Esto no merece ni comentario. Reflexionar, pensar, valorar, NUNCA debería ser un castigo.
- Cuando se sienten en la silla, rincón o habitación de aislamiento a pensar, ¿de verdad a alguna mente inteligente se le ha ocurrido que van a reflexionar sobre su conducta y lo mal que han actuado, y se levantarán convendidos de que no deben volver a actuar así?... Es muy inocente creer que el niño va a pensar en positivo él solito. Yo creo que muy al contrario, su cabreo se acrecentará, tendrá rabia contenida, enfado, y los pensamientos que llegan a la mente bajo esos estados no suelen ser muy buenos...
- Lo más normal es que generemos tristeza y frusración en el niño. Sensación de abandono, de incomprensión y de ser juzgado. Yo al menos, no es lo que quiero que mi hija sienta, por muy mal que se haya comportado.
- El castigo no enseña nada bueno, no es ninguna lección en sí mismo. Castigan las personas que se encuentran en una posición de superioridad sobre otras, ya sea física o emocional. Así que lo que estamos dejando claro forzándoles a sentarse a pensar, es que nuestra posición con respecto a ellos es de superioridad, que nos deben obedecer sin cuestionar, y que no importa lo que piensen, siempre que actúen como a nosotros nos gusta.
- El camino a seguir ante una conducta inadecuada, creo que debe ser de acompañamiento, de diálogo, de comprensión y apoyo. Somos sus acompañantes y cuidadores, no sus jueces.
- Aunque la técnica funcione, no dejarán de hacer lo que sea que haya generado el castigo porque piensen que está mal, o que las consecuencias no son deseables, muy lejos de esto, dejarán de hacerlo por miedo al castigo, y por evitar ese mal rato. Una vez más, no estamos enseñando nada.
- Encuentro un riesgo bastante grande en educar a los niños bajo un sistema de recompensas y castigos, (ya hablé de ello aquí), y es que no estamos fomentando el desarrollo de la responsabilidad. No les hacemos responsables de sus conductas, somos nosotros en último término los que dirigimos qué hacer y qué no hacer. Y esto, me parece sumamente contraprudecente si queremos que se conviertan en adultos responsables de sus actos y consecuentes.
Es más fácil y rápido corregir, enseñar mediante el castigo y los premios, modificando poco a poco la conducta y personalidad que los niños van mostrando. Pero, sin duda, a mi me parece que vale la pena invertir tiempo (mucho tiempo, es cierto), ilusión, y fuerzas en enseñar y educar desde la libertad, desde el diálogo, desde el ejemplo, acompañando en todos los momentos con empatía, teniendo siempre en cuenta el momento de desarrollo en el que se encuentre el niño, valorando hasta dónde le podemos pedir, hasta dónde pueden llegar a comprender. En un futuro todo ese amor y comprensión estoy segura que dará sus frutos. Y entonces vendrá el tiempo de cosecha, el tiempo de recoger todo ese amor y empatía.